mundo posible

novela publica

Saturday, September 09, 2006

Capitulo Septimo

Don Pedro extravía la mirada. Pierde los ojos tras la luz de la ventana, envejece el día tras esa ventana. Los vasos, el mío y el de él, ya casi vacíos, la botella a la mitad. A lo lejos -en onda baja- se oye un partido de fútbol.

-Saber que algún día saldría de los cerros, dice don Pedro. Lo sabía, ya estaban los hermanos en la ciudad, a mí por ser uno de los más chicos, me tocó quedarme en el campo para cuidar los animales y la chacra, pero estabámos solos con carlitos.
-Buscar una mujer entonces...

Don Pedro ríe, entrecierra los ojos y calma la sed. Me pide que no lo obligue a hablar de eso, que en realidad es una tontería que alguna vez se le ocurrió contar a modo de broma.
Lo que don Pedro no se atreve a contar es que en la elección de su mujer, hay todo un manto de dudas. Se cuenta que en realidad él y su hermano Carlos necesitaban de alguien que les ayudara en las labores del campo y que Carlos, como era el menor aún no tenía la edad para casarse. Entonces, la responsabilidad tuvo que asumirla él. Cuento corto, don Pedro se casó con una mujer que ya tenía cuatro hijos, la década era los 40'.

Thursday, June 08, 2006

Capitulo Sexto

Cuánto más esperar antes de irse de la casa. Que más habría de pasar antes de irse. Aquí otra vez los recuerdos parecen enlodarse o enturbiarse, Don Pedro seca el vaso y reposa el vino, mira por la ventana hacia afuera. ¿mujeres?. No, no muchas. Lo normal y me quedo corto, era el campo, y las parcelas estaban bastante distantes. Las únicas ocasiones era para los bailes y algunas veces para las trillas y fiestas así. Entonces, ¿cómo llegamos a los bisnietos, don Pedro?.
Don Pedro y esa costumbre de reír casi sin abrir la boca, casi sin mostrar los dientes, empequeñeciendo los ojos, mirando a la mesa y al vaso o a cuaquier cosa que este inmediatamente bajo sus ojos, gesto.
Caballeros, nada más, los caballeros.
Don Pedro, no hay nada que se pueda contar.
Pero es que sabe, hablar de peucas parace que da mala suerte, para mí la fortuna me dió una no más taitita, de las otras no me acuerdo.

Saturday, May 27, 2006

Anexos

Cuenta la leyenda la historia de un sembradío de zapallos calabazas. Según fuentes que maneja don Pedro, la parcela era un tanto pobre. El hombre dueño de la tierra había perdido animales y otras cosechas. Los zapallos eran lo último que le quedaba. Cuenta don Pedro que la sequía estaba brava aquel año.
"El hombre todos los días caminaba con un burro y unos baldes a buscar agüíta, en un quebrada cerca del campo que tenía. Oiga, todos los días temprano, con noche todavía, partía. Pero los baldes no le alcanzaban para toda la siembra, así que poco a poco se fue secando la cosecha. Fue tanto la sequía, que le quedó una sola mata. Pero el hombre no se echó a morir y siguió yendo todos los días a la quebrada, hasta que vino el tiempo de cosechar. Sabe, grande fue la sorpresa cuando le apareció el fruto. Él dijo que no vio antes lo que pasaba. Un día fue a la quebrada y no quedaba agua, ni siquiera para él o para el burro. Venía de vuelta ya con la sequedad en la garganta y el sol pegándole en la espalda, el burro ya caía de cansancio. Abrió la puerta con rabia, casi la echó abajo, pasó por la casa y ni miró a la mujer, fue directo a la siembra.
Las calabazas eran gigantes, tan grande era una que cabía un caballo con jinete y todo dentro de ella, fíjese.
El hombre vendió las calabazas que le dió la mata y con la platita le alcanzó para unas semillas y una vaquita.
De la quebrada nunca más volvió a salir agua."

Tuesday, May 23, 2006

Capitulo Quinto

La soledad austera del semi desierto, me esperaba luego de un par de horas de llanura entre cerros. Otra vez el valle color tierra estaba ahí.
Yo no olvidaré nunca ese viaje, sabe. Fue el mar y la capital de un sopetón y fueron primeras veces para muchas cosas. El quiñe con Casiano en el barrio Mapocho, las peucas arregladitas y olorositas, tranvías, pavimento, unos jardines bonitos aquí cerca, en la Alameda un poco más arriba.
El campo era lo mismo siempre, era tranquilidad, serenidad y pobreza, mijo.
¿Y qué hizo don Pedro?, pregunto.
Me quedé hasta que murieron los taitas, Alejandro también se quedó, Manuel partió antes, Eduardo se quedó y Carlitos era el más pequeño. Con los hermanos le hicimos empeño, pero sin mujer iba a ser difícil llevar la siembra y los animales.

Sunday, May 21, 2006

Capitulo Cuarto

Santiago era otra cosa. Acá siempre la gente ha andado un poco más rápido que en el resto del país. El tranvía pasaba por aquí mismo, por esta calle. Casianito vino conmigo después del mar. Dijo que tenía unos asuntos aquí, en la capital. Entonces, me agarró y me trajó aquí. Nos bajamos en la Estación Central, imaginese pues, ahí yo niño todavía, sombrero en la mano, bajándome del tren. LLegamos sin almorzar, así que lo primero era ver donde comíamos un caldo. Cuando salímos de la estación de trenes, nunca antes vi tanta gente, y toda la gente ahí con su paletó y el sombrero de paño. Bueno, también la gentecita pobre andaba ahí a patita pelá, "pelando el ajo" como quien dice. Estuvimos dos días en la capital y Casiano me mandó de vuelta a donde la mamita, antes de subirme me abrazó fuerte; cuidese Pedrito, dijo.
Arriba del tren, mirando como la mañana se alejaba, igual como se alejaba Santiago, me traía un poco del susto de la capital a la provincia y un poco de ese color plomo de la ropa que usaban los capitalinos.

Friday, May 19, 2006

Capitulo Tercero

Cuando llegué al mar vi como las olas no terminaban nunca de llegar, era algo extraño. Yo cuando en el campo y el sol y los cerros color cafe, el cielo celeste interminable y sin nubes, sin más agua que la del río próximo, sólo en invierno, en verano nada.
Casiano fue el primero en irse de casa. Partió a viña. No supimos nada de él en mucho tiempo. Sabe que en esa época el correo era escaso y malo. Además casianito no sabía leer y escribir muy bien. Ya le conté eso de la escuela.
Entonces, la primera vez que salí de la casa fue para ver a casianito. Demoré mucho en llegar hasta donde tomar el tren a Santiago y luego hasta Viña del Mar. Entonces al bajar de la estación, el olor del mar. Luego la cara de Casiano en el fondo del pasillo del andén, mirándome con cara de hermano mayor.
¡Pedrito!, gritó. Luego vino hacia mí. Me llevó por viña y me paseó por el centro. Yo me quise quedar, cuando vi el azul del agua, el oleaje eterno y el viento acariciante.
Mi hermano dijo que aún no, que luego, que ya vendrían los años para irme de casa.
Yo hice todo el caso del mundo.

Thursday, May 18, 2006

Capitulo Segundo

Entonces, suele pasar. Un viejo que habla huevadas, al lado de un vaso de vino. Sillas que hablan y comentan en el fondo de una sala de restaurante cerca de casa. Entre empanadas fritas, Pedro lía una a una las sílabas, las palabras y las frases.
Sigue las acciones; Juan de la Rosa trabajó siempre debajo del mundo, más abajo del sol. Maria Nicolasa y la plantación impróspera, manzanas verdes y rojas, papas, choclos. El sol implacable, sesgando algo más que los ojos o la vista.
Entonces, volviendo al viejo frente mío. Ríe suavemente, entornando los labios, sigue con los recuerdos. Pasa por una adolescencia trabajada, por una mujeres más o menos. El sol pegando fuerte y algunos viajes fuera de casa y de la provincia, el mundo fuera del cerco y del mundo bajo del mundo.
Crecer no es fácil, descuelgo de sus palabras directas, indirectamente, ayuda a entenderme en ese bar cuando y oyendo a un viejo diciéndome el siglo de punta a cabo.
Qué más me puede decir, que me puede hablar, hasta donde llegamos en las posibilidades de vivir algo ajeno y cercano a la vez. Casi en trance el viejo larga el palabron suelto, franco avanza entre Marmadoque Grove y los cien días, las mujeres de vida fácil, la búsqueda del oro, la soledad, la pobreza y el sol implacable, siempre.